EL SEÑOR OS HA ESPERADO AQUÍ EN ESTA MONTAÑA

Giovanni Paolo II, 24/03/2000

Seminaristas reciben el ministerio de lectorado y del acolitado en Galilea

Seminaristas reciben el ministerio de lectorado y del acolitado en Galilea

GALILEA – Un acontecimiento vivido en la atmósfera de la gran alegría y el agradecimiento ocasionados por la histórica canonización de dos nuevas santas palestinas. En síntesis, la Celebración Eucarística tuvo lugar el martes 26 de mayo en la Iglesia de la Domus Galilaeae, y fue presidida por Mons. Giacinto Boulos Marcuzzo. 

En el seno de dicha celebración un seminarista proveniente de España, Miguel Pérez Jiménez, recibió el ministerio del lectorado, mientras que otros dos, Juan Manuel Silva López, colombiano, y Matteo Piragnolo, italiano de Pádova, han recibido el ministerio del acolitado. Los dos primeros jóvenes se están formando en el Seminario Redemptoris Mater de Galilea, para ser presbíteros diocesanos y misioneros para el Patriarcado Latino de Jerusalén; el tercero proviene del Redemptoris Mater de Lezha (Albania), pero se encuentra este año en Galilea con el fin de terminar los estudios teológicos.

Al principio de la celebración P. Francesco Giosuè Voltaggio, el rector del Seminario, ha presentado la asamblea, compuesta por varios presbíteros, religiosas, algunos familiares de los seminaristas, los catequistas del Camino en Tierra Santa, los hermanos de las comunidades neocatecumenales locales, en las que los susodichos seminaristas hacen el Camino (provenientes de Me’elia, Jaffa de Nazaret y ‘Ailaboun) y por último la comunidad de la Domus Galilaeae, de la Domus Mamre (Jerusalén) y del Seminario.

Las lecturas del día eran increíblemente apropiadas para la ocasión; en la primera lectura, del libro del Eclesiástico, se proclamó: «Da al Altísimo como te ha dado a ti, con generosidad, según tus posibilidades. Porque el Señor sabe recompensar, y te devolverá siete veces más». En la asamblea resonó después esta maravillosa palabra de Cristo tomada del Evangelio de Marco: «Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o haciendo por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna». Estas son en gran manera palabras de ánimo y consolación para estos chicos, que dejando su patria, su familia y sus proyectos de vida, llevados por el «viento» del Espíritu Santo, han sentido la llamada de Jesucristo a seguirlo, y se han ofrecido disponibles para ser formados como presbíteros, al servicio de la nueva evangelización.

En su homilía Mons. Marcuzzo ha remarcado en primer lugar la importancia de la verdad y de la sinceridad en la vida cristiana, contra la tentación, a la que estamos expuestos hoy, de vivir en la superficialidad y en la apariencia. En segundo lugar, partiendo del Evangelio del día, ha expresado la belleza de dejar todo por el Reino de los Cielos y por Jesucristo, observando que se trata de un camino gradual que también los apóstoles han tenido que aprender. En el tercer punto de la homilía, la memoria de S. Felipe Neri ha dado ocasión para recordar a este «santo de la alegría», o como ha lo han frecuentemente definido «el juglar de Dios». Su figura – ha dicho el obispo – pone al centro una característica esencial a la que estamos llamados: la alegría de ser cristianos. Al final, como culmen y síntesis viviente de los primeros tres puntos expuestos, Mons. Marcuzzo ha hablado de las nuevas dos santas locales, S. Mariam Baouardy y S. Marie Alfhonsine Danil Ghattas y de sus recientes canonizaciones, un acontecimiento realmente excepcional para la Iglesia en Tierra Santa. El Obispo ha hecho énfasis en la debilidad de estas santas y, al mismo tiempo, de la fuerza de Dios que ha obrado maravillas en tal debilidad. Ha exhortado a la asamblea a leer la vida de las dos Santas. Finalmente ha hecho énfasis en que todos, cada una en su vocación, esta llamado a ser santo: la vocación universal a la santidad es la primera vocación del cristiano.

A la celebración siguió un ágape fraterna, con cantos de alegría y felicitación a los tres seminaristas.

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